La articulación de la Formación Profesional (FP) con las demandas económicas e industriales en España ha sido un proceso histórico complejo, caracterizado por el retraso, la inestabilidad y, más recientemente, por un esfuerzo consciente de adaptación a las necesidades cambiantes del mercado laboral.
A continuación, se detalla cómo se articuló históricamente la FP con estas demandas, desde sus orígenes hasta las tendencias más recientes:
Orígenes y primera industrialización (Edad Media – Principios del Siglo XX)
En sus orígenes, la formación para el trabajo se desarrollaba principalmente a través de los gremios en la Edad Media, donde los aprendices adquirían habilidades y conocimientos mediante la práctica y observación junto a maestros experimentados.
Este modelo, aunque informal, sentó las bases de la FP.
Con la llegada de la industrialización en el siglo XIX, aumentó la demanda de trabajadores cualificados, impulsando la creación de las Escuelas de Artes y Oficios.
Sectores progresistas de la burguesía local promovieron estas escuelas motivados por la filantropía y la necesidad de mano de obra cualificada.
La Ley Moyano de 1857 fue un hito al formalizar la educación y reconocer la importancia de la FP como parte de la educación pública.
No obstante, en España, el proceso de industrialización fue lento y con un enorme retraso respecto a la Europa occidental. A principios del siglo XX:
- El sistema económico agrario tradicional mantenía su preponderancia, y la producción industrial, poco desarrollada, se nutría de mano de obra poco o nada cualificada.
- La FP, en general, continuó languideciendo sin grandes iniciativas legislativas, lo que se tradujo en un puñado de centros dispersos y sin un contacto significativo con el mundo del trabajo.
- Las empresas españolas no consideraron seriamente los centros de FP como base de reclutamiento masivo de mano de obra cualificada hasta bien entrada la aplicación de la Ley General de Educación (LGE).
Primeros intentos de estructuración (Dictadura de Primo de Rivera y Segunda República)
Se realizaron intentos de ordenar la FP a través de normativas como el Estatuto de Enseñanza Industrial de 1924 y el Estatuto de Formación Profesional de 1928, que sentaron las bases para un desarrollo más estructurado.
El Estatuto de 1928 buscó la colaboración con los «agentes sociales» (trabajadores y empresarios) a través de los Patronatos Locales.
Sin embargo, esta colaboración fue a menudo burocratizada y se limitó a aspectos marginales, siendo la colaboración con el sistema productivo meramente simbólica.
El Estatuto definía varios tipos de formación profesional, incluyendo la formación obrera y la formación artesana, y establecía modalidades como la formación escolar completa, la formación mixta regulada y la «formación mixta libre» (que obligaba al trabajador a asistir fuera de su horario laboral).
El Franquismo y el desarrollo industrial (1939-1970)
Durante la autarquía (1939-1955), el desarrollo tecnológico era rudimentario y la FP vivió en el estancamiento y la ignorancia mutua con el mundo del trabajo.
Los empresarios no sentían la necesidad de grandes inversiones en formación, ya que basaban sus beneficios en la congelación salarial.
La Ley de Bases de Enseñanza Media y Profesional de 1949, aunque basada en la intuición de que el desarrollo económico requeriría elevar el nivel de formación de la mano de obra, resultó en un sistema «híbrido» ineficaz debido a la «torpeza planificadora» de la administración.
A partir de 1955, con el declive del modelo autárquico y el inicio del crecimiento industrial, se hizo evidente la necesidad de mano de obra cualificada.
La Ley de Formación Profesional Industrial de 1955 fue un intento más serio de responder a estas demandas. Esta ley:
- Estableció claramente la relación entre el fenómeno de la industrialización creciente y la FP.
- Obligó a la industria a contribuir de forma significativa a la financiación y planificación de la FP Industrial, exigiendo titulación para el acceso a categorías laborales y la colaboración en la formación de aprendices.
- El Estado impulsó la Formación Profesional Continua (FPC), como la Formación Profesional Acelerada (FPA), para proporcionar una «alfabetización técnica» a los excedentes de población del campo, cubriendo así las necesidades de mano de obra de la industria y la construcción.
La Formación Profesional y la Crisis (LGE y LOGSE)
La Ley General de Educación (LGE) de 1970 surgió de la necesidad de que el Estado asumiera un mayor protagonismo en la financiación y creación de centros de FP, dado que el desarrollo industrial y la evolución tecnológica desbordaban la capacidad del sector privado.
La LGE estableció que la FP debía mantener un contacto permanente con las empresas y el mundo del trabajo.
Sin embargo, la implementación de la LGE coincidió con la grave crisis económica mundial de mediados de los setenta, lo que frustró sus objetivos debido a la falta de financiación y la dificultad para establecer una colaboración estrecha con un mercado de trabajo contraído.
El replanteamiento serio de la FP Inicial (FPI) se emprendió en los años ochenta, impulsado por el impacto de la crisis, el paro juvenil y la necesidad de reformular la FP tras el declive del sistema taylorista de organización industrial.
La Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) de 1990 estableció un marco de relaciones cualitativamente distinto con el sistema productivo.
- Se buscó el consenso con los agentes económicos y sociales (empresarios y sindicatos) para la elaboración de los nuevos títulos profesionales, basándose en el análisis previo de las necesidades de cualificación y formación.
- La LOGSE hizo obligatoria la Formación en Centros de Trabajo (FCT), un periodo de prácticas en empresas, modificando el protagonismo de la escuela y la empresa. Esta alternancia se convirtió en un factor clave de cambio, buscando el vínculo y la comunicación entre la escuela y la empresa.
- El objetivo del nuevo sistema era la necesidad de proporcionar una sólida formación básica y polivalente al trabajador, que le permitiera adaptarse a ocupaciones cambiantes a lo largo de su vida laboral, como respuesta a la rápida evolución y obsolescencia de las tecnologías.
Articulación en el Siglo XXI y Retos Actuales
En la actualidad, la FP se ha consolidado y busca estar directamente alineada con los requisitos del mercado laboral.
La FP se centra en la adquisición de habilidades y conocimientos específicos que las empresas necesitan, lo que garantiza una mayor empleabilidad y contribuye a la productividad y competitividad.
La nueva legislación de FP, como la Ley Orgánica 3/2022, busca transformar el sistema para hacerlo más flexible y adaptable.
Las tendencias de articulación con el mundo económico incluyen:
- FP Dual: Un impulso constante para aumentar la colaboración entre empresas y centros educativos. Se busca que la formación dual se articule en proyectos y esquemas compartidos basados en actividades cruciales para las ocupaciones.
- Adaptación a los cambios estructurales: El sistema de FP juega un papel crucial en los procesos de mejora de capacidades y recualificación de profesionales.
- Priorización de las cualificaciones prácticas: Las empresas valoran la formación práctica y especializada de los titulados de FP, que les permite ser productivos con menos tiempo de adaptación, reduciendo los costes de capacitación.
- Estrategias de Calidad: Las empresas priorizan el desarrollo de capacidades relacionales del personal (directivos, técnicos y operarios). La FP actualiza sus contenidos para ser más acorde con las demandas de la actividad económica, como el conocimiento del mercado de trabajo y la capacidad emprendedora.
- Transición Verde: La FP es un factor crucial para la transición hacia una economía más sostenible. Se estima que más de la mitad de los empleos verdes en sectores clave como energías renovables, agricultura, construcción e industria estarán vinculados a la FP.
La historia de la articulación de la FP con el mundo económico se asemeja al trabajo de un traductor constante: inicialmente, el sistema productivo y el educativo hablaban lenguajes distintos, con la FP relegada a la periferia de las necesidades industriales.
Con el tiempo y las reformas, la FP se ha visto obligada a aprender el lenguaje del mercado laboral, promoviendo la colaboración directa con las empresas (a través de la alternancia y la FP Dual) para asegurar que las cualificaciones transmitidas sean pertinentes y que el sistema responda de manera ágil a los «dialectos» cambiantes de la tecnología y la organización del trabajo.