Introducción
El concepto de Formación Profesional (FP) y la figura del aprendiz hunden sus raíces en la necesidad histórica de transmitir un oficio o arte.
En la época preindustrial, este traspaso de conocimiento se materializaba a menudo en acuerdos informales o en las estrictas normas de los gremios.
Sin embargo, con el advenimiento de la Revolución Industrial, y la consecuente masificación de jóvenes trabajadores en condiciones precarias, se hizo patente la urgencia de regularizar y humanizar estas relaciones laborales y formativas.
En este contexto de profunda transformación social surge la figura del aprendiz como un joven que, a cambio de su trabajo, recibe instrucción en un oficio.
Este modelo primigenio y, a menudo, desprotegido, fue el punto de partida para lo que hoy conocemos como el sistema de Formación Profesional, buscando un equilibrio entre la práctica laboral y la educación reglada.
La figura de San Juan Bosco (Don Bosco)
El sacerdote italiano San Juan Bosco (1815-1888) es una figura trascendental y por ello, el patrón de la Formación Profesional.
A mediados del siglo XIX, en el Turín industrializado, Don Bosco se enfrentó a la dura realidad de la juventud desamparada y explotada.
Su obra se centró en la prevención y la educación, creando oratorios y talleres donde los jóvenes, además de recibir instrucción moral y religiosa, aprendían un oficio.
Su mayor contribución en el ámbito laboral fue la redacción y firma de los primeros contratos de aprendizaje regulados.
Estos documentos, firmados por el empleador, el aprendiz y el propio Don Bosco como garante, establecían cláusulas revolucionarias para la época:
- Obligaban al empleador a instruir únicamente en el oficio (evitando que fueran usados solo como sirvientes o pinches).
- Prohibían los castigos físicos.
- Garantizaban el descanso festivo, la atención a la salud y las vacaciones anuales.
Estos contratos fueron considerados precursores del derecho laboral moderno, sentando las bases de una alianza formativa con una dimensión social y humanitaria.
La Institucionalización de la Formación: La FP en España
En España, la Formación Profesional ha recorrido un largo camino desde iniciativas aisladas hasta convertirse en un pilar del sistema educativo.
Tras diversas normativas a lo largo del siglo XX, hitos como la Ley de Formación Profesional de 1955 o la Ley General de Educación de 1970 formalizaron la FP como una vía educativa.
La Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) de 1990 fue clave, al estructurar la FP en Ciclos Formativos de Grado Medio y Superior, acercándola al sistema universitario y mejorando su prestigio.
Desde entonces, la FP ha pasado de ser una opción residual a ser un itinerario de alta empleabilidad, con una constante evolución para adaptarse a las demandas del mercado laboral.
Evolución de la contratación formativa: Del aprendizaje a la alternancia
La figura del contrato de aprendizaje ha mutado significativamente.
El antiguo Contrato para la formación y el aprendizaje era la herramienta principal para combinar trabajo y formación con la empresa, aunque no siempre lograba una verdadera integración curricular.
La Reforma Laboral de 2021 introdujo un cambio sustancial: el Contrato para la Formación y el Aprendizaje se transformó en el Contrato de Formación en Alternancia.
Esta nueva modalidad busca fomentar la Formación Profesional Dual, con el objetivo de compatibilizar de manera más efectiva la actividad laboral retribuida con los procesos formativos.
Las características principales del actual Contrato de Formación en Alternancia son:
- Se aplica para quienes cursan FP, estudios universitarios u otras formaciones oficiales.
- Establece porcentajes de jornada dedicados al trabajo y a la formación, con un límite para el trabajo efectivo que favorece la capacitación.
- Prioriza una relación directa entre el puesto de trabajo y la formación que se cursa.
El modelo Dual: El aprendiz en el Siglo XXI
La Formación Profesional Dual es la culminación de la filosofía del contrato de aprendizaje, llevada a un modelo integrado y formalizado.
En este esquema, el aprendiz (estudiante) desarrolla una parte significativa de su formación directamente en la empresa, bajo la supervisión de tutores del centro educativo y de la compañía.
El aprendiz del siglo XXI no solo adquiere habilidades prácticas, sino que también se integra en la cultura empresarial y la realidad productiva del sector.
Este modelo persigue dos objetivos principales:
- Mejorar la empleabilidad: Reduciendo la brecha entre la formación teórica y la demanda laboral.
- Aportar valor a la Empresa: Permitiendo que las compañías participen activamente en la cualificación de sus futuros profesionales.
En resumen: Un legado en constante renovación
La trayectoria del contrato de aprendizaje, desde los acuerdos humanistas impulsados por San Juan Bosco en Turín hasta la actualidad, refleja una constante: la necesidad de vincular la formación y el trabajo para garantizar la capacitación de la juventud.
La Formación Profesional ha evolucionado de un sistema de talleres y escuelas a un modelo dual moderno, que prioriza la alternancia efectiva entre el centro educativo y la empresa.
La figura del aprendiz ha pasado de ser un trabajador vulnerable a un estudiante cualificado, cuyo aprendizaje se garantiza por ley.
El legado de Don Bosco, un orgullo para todos los que nos sentimos Salesianos, basado en la dignidad del joven y la calidad de su instrucción, se mantiene como el principio rector de una FP que mira al futuro como motor de cualificación y empleo.